Los estudios a gran escala sobre hermanos gemelos han arrojado muchísima luz sobre las causas de la conducta humana, y si bien es cierto que tienen detractores, también lo es que ofrecen muchas pruebas científicas sobre la conducta que no se pueden pasar por alto (Pinker, 2014, 541-580; Ridley, 2004, 96-115).
De modo general se puede decir que la genética conductual establece tres grandes leyes: 1. Todos los rasgos conductuales humanos son hereditarios. Se estima que entorno al 40-50% de heredabilidad de los rasgos de personalidad. 2. El efecto de los genes es mayor que el efecto de criarse en una misma familia. El medio compartido es el que incide por igual en nosotros y en nuestros hermanos. Los estudios señalan que los efectos de la influencia del medio compartido está alrededor del 10%, aunque a menudo no son estadísticamente significativos, o no se repiten en otros estudios o son cero. Y aunque el coeficiente intelectual si esté muy influido por la familia, este efecto solo es duradero durante la infancia, desapareciendo paulatinamente a lo largo de los años. En esta ley hay que hacer dos salvedades: - La primera tiene que ver con el hecho de que la influencia del medio compartido se refiere a las familias de clase media, ya que son el objeto de los distintos estudios. La clase media es a la que pertenecen la inmensa mayoría de las familias adoptivas. - Cuando la familia está desestructurada, su influencia negativa puede llegar a ser muy alta. 3. Un porcentaje muy grande de los rasgos conductuales complejos de los seres humanos no se explican por los efectos de los genes ni de la familia. ¿Qué queda pues? Las experiencias propias. El medio propio, el entorno de los iguales que tiene una influencia entorno al 50% en la configuración de las conductas. En este medio propio la influencia de los iguales es enorme. Harris, J.R. lo llama "socialización de grupo", y es la socialización (adquisición de normas y destrezas) que tiene lugar en el grupo de iguales. Nos encontramos, pues, que la relación de los individuos con sus iguales es fundamental en la adquisición de nuevos valores y patrones conductuales. Por estas razones pensamos que los centros educativos son uno de los contextos más importantes para la prevención de la violencia de género y el desarrollo de valores que favorezcan la autonomía de los sexos. En los institutos podemos encontrarnos todos los años con miles de alumnas y alumnos que pueden ser las víctimas y agresores de malos tratos, tanto físicos como emocionales. Alumnos y alumnos que no solo aprenden valores y conductas en sus familias, sino que ponen en práctica esas conductas en un ámbito en el que los individuos son muy influenciados por sus grupos de edad. Este hecho nos permite utilizar a los "iguales" como contexto de transmisión de nuevos valores y de adquisición de nuevas pautas de conducta. Pensar el instituto como una "comunidad de iguales" es importantísimo por dos razones fundamentales: 1. Porque las conductas y valores se pueden reforzar y/o modificar de manera más efectiva si cuentan con el apoyo o la crítica de sus iguales; por lo que el instituto puede convertirse en un lugar en el que el alumnado aprenda a mantener relaciones de pareja en términos de absoluta autonomía e igualdad. No vamos a descubrir nada nuevo al afirmar que los grupos de iguales son un contexto esencial en los procesos de socialización de los individuos en general. Asimismo, estos grupos, como se ha señalado en distintas investigaciones (García Ferrando, 1991), tienen un lugar muy importante en el desarrollo de las relaciones de pareja y la construcción de la identidad afectiva y sexual. Además, tal y como señalan Blakemore y Frith (2011, 193-201), durante la adolescencia el cerebro sigue desarrollándose y este desarrollo tiene lugar en la educación secundaria obligatoria y el bachillerato, por lo que ambas son etapas importantísimas para el desarrollo y la adaptación del cerebro y, por ello, para la transmisión, adopción y, si cabe, la transformación de valores y pautas de conducta. Los centros educativos, pues, deben ser pensados como espacios de socialización entre iguales y desde esta perspectiva, consideramos que es fundamental que el propio alumnado (como grupo de iguales), intervengan en el proceso de transformación de los valores que provocan violencia de género y promuevan el desarrollo de valores que propicien la igualdad y la autonomía entre los sexos. 2. Porque es en el periodo del instituto, sobre todo a partir de los trece años, y hasta los 18 (Seiffge-Krenke, 2003, pp. 66-67), cuando los individuos comienzan (fase del status: 14-16 años) a desarrollar su propia imagen corporal y emocional, y con ella un prototipo de relación. Además, entre los 16-18 años (fase de afección) los sentimientos relativos a las relaciones de pareja se hacen muy fuertes, y se pasa la mayor tiempo con la persona amada; siendo este tipo de relación, en esta edad, la que ocupa el primer lugar en la escala de relaciones. En este sentido, consideramos (Ortega, 2011; Reyna y Farley, 2007; Strüber, Lück, y Roth,, 2007) que es fundamental aprovechar el instituto, espacio físico y temporal como contexto para que el alumnado conozca y reconozca en ellos mismos todos los valores y conductas que provocan la violencia de género y la desigualdad entre mujeres y hombres; así como el lugar adecuado para proporcionarles nuevas formas y pautas de relación más igualitarias y desprovistas de cualquier rasgo de subordinación y dominio. Es trágico ver cómo las cifras de víctimas de malos tratos no solo no descienden sino que, por el contrario, aumentan y lo hacen sobre todo en el colectivo de 18 a 30 años, todas mujeres que en 2004, año de la Ley Integral, tenían entre 8 y 20 años, edades a las que les correspondía, a la inmensa mayoría de ellas, haber participado en programas de intervención para la prevención contra la violencia de género[1]. Si lo hubiesen recibido, quizás hoy en día muchas de ellas no entrarían dentro de esas cifras que año tras año nos indican que algo no estamos haciendo bien o, simplemente, no estamos haciendo. [1] http://www.interior.gob.es/file/63/63661/63661.pdf; http://www.interior.gob.es/file/63/63661/63661.pdf; http://www.msssi.gob.es/ssi/violenciaGenero/portalEstadistico/home.htm; http://www.inmujer.gob.es/estadisticas/consulta.do?area=10 (Todas repasadas en 24 de febrero de 2014). Se calcula que el 10% de las mujeres entre maltratadas en España tiene entre 18 y 29 años. Además, la violencia social sobre la mujer, también se extiende a su condición de sujeto subordinado. Así, El 97% de las personas que tienen trabajo a tiempo parcial por cuidado de niños son mujeres. El 95% de las personas que piden excedencia por hijos, también son mujeres. El 98% de los permisos y prestaciones son de maternidad. El 58% que acaba estudios universitarios son mujeres, aunque ha descendido del 60% desde el año 2005 al 2011 y sin embargo este hecho no se refleja en el mundo laboral, ni en el de las ejecutivas, ni en los altos cargos del funcionariado, ni en sueldo, ni un largo etc. que debería hacernos reflexionar.
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