1. Los cazadores-recolectores y la autonomía de las mujeres
Las relaciones sociales Aun cuando esto es una narración y, por tanto, opera en el ámbito de lo teórico, podemos decir que los modelos de estructuración social que operaban en el origen de las comunidades humanas, se basaban en la autonomía, lo que fundamentaba un sistema recíproco de relaciones entre mujeres y hombres. Esta reciprocidad proporcionaba a dichos grupos condiciones de vida bastante igualitarias e innumerables ventajas en el orden productivo y reproductivo. Los hombres cazaban los animales más grandes, produciendo el 30% de los alimentos del grupo. También tenían como funciones propias: la defensa del grupo y el cuidado y dominio de las armas. Era una cuestión de tamaño. Las mujeres recolectaban y cazaban pequeños animales, producían el 70% de los alimentos. Organizaban las relaciones con otros grupos y se encargaban de los niños durante el periodo de lactancia, hasta que éstos se convertían en sujetos autónomos para la comunidad. Las mujeres y los hombres tenían distintas funciones que garantizaban la supervivencia de los grupos humanos, tanto biológica como políticamente. Pero esa distinción de funciones no implicaba ningún tipo de diferenciación en cuanto al poder social. Ambos eran autónomos y debían relacionarse recíprocamente, para asegurar la supervivencia de la humanidad. ¿Cómo se gobernaban las comunidades humanas? Aunque es cierto que jamás se han conocido matriarcados (comunidades gobernadas por mujeres), en estos tiempos tampoco existían los patriarcados (comunidades gobernadas por hombres) y el “gobierno”, llamémoslo así, de los grupos tenía que ver más con una organización social sistémica que con jerarquías políticas. Es más, desde una perspectiva política, la mujer era muy importante. Los Ona, una cultura de cazadores recolectores de Tierra del Fuego, cuentan una historia muy antigua, de la época en la que la humanidad se organizaba a través de las mujeres. “En los días en que todo el bosque era de hoja perenne, antes de que kerrhprrh el periquito pintara de rojo las hojas de otoño, con el color de su pecho. En los días en que krren (el sol) y kreeh (la luna) andaban por la tierra como hombre y mujer y muchas de las grandes montañas durmientes eran seres humanos: en aquellos días lejanos, sólo las mujeres de la tierra ona conocían la brujería (saber de vida y de muerte). Ellas tenían su propia logia (asociación) a la que ningún hombre se atrevía a acercarse. Las jóvenes, a medida que se acercaban a la madurez eran enseñadas en las artes mágicas, aprendiendo cómo llevar la enfermedad e incluso la muerte a aquellos que las disgustaran”[1]. Las mujeres eran poderosas, pero su poder no radicaba en la capacidad de matar a los hombres, sino en que los distintos grupos humanos se asociaban entre sí a través de las abuelas, madres, hermanas e hijas. Estos sistemas son los que conocemos con el nombre de matrilineales. Grupos y sistemas de organización matrilineal En aquellos tiempos, como ahora, los grupos humanos no vivían solos, aislados, sino que tenían que convivir con otros grupos con los que coincidían en las zonas de caza y recolección. A veces esos grupos eran amigos, pero otras veces eran enemigos. Sólo tenían una forma de sobrevivir: establecer alianzas con otros grupos para tener mayor garantía de supervivencia frente a otros grupos hostiles o frente a grandes crisis ecológicas. Ahora bien, esas alianzas no las hacían a través de los hombres, sino a través de las mujeres. Era la época de las VENUS (Son esas figuras mujeres con grandes caderas y pechos, que simbolizan la vida y que aparecieron en el auriñaciense, hace unos 30.000 años. Son las primeras representaciones divinas creadas por el ser humano). Si hacemos caso a C. Gamble[2], estas primeras comunidades se asociaban sistémicamente en tres niveles de organización que se mantenían unidos a través de las mujeres. 1. Grupo local, compuesto por 25 individuos más o menos. Estos grupos eran autónomos y autosuficientes: se alimentaban, reproducían y protegían. Eran como familias. Pero la reproducción no se producía en el interior de cada uno de ellos. De la misma manera que en la actualidad los familiares no se casan entre sí. 2. Grupo reproductivo, formado por varios grupos locales, con unos 175 individuos, entre los que se buscaban esposos y esposas. 3. Grupo regional, formado por varios grupos reproductivos y contaban, en total, con unos 500 individuos, que se conforman como la unidad máxima de supervivencia a largo plazo. Eran algo así como el Estado, que en caso de malas épocas proporciona ayuda para que los individuos puedan sobrevivir. Estos tres niveles quedan interconectados a través de relaciones entre mujeres y hombres pertenecientes a distintos grupos locales, lo que, finalmente, constituía una comunidad enorme de personas emparentadas a través de las mujeres. Las ventajas de este sistema eran muy grandes para la supervivencia, pues permitían todo un sistema de alianzas ecológicas y políticas. Como todos los grupos estaban emparentados a través de las mujeres, cuando tenían algún conflicto con un grupo enemigo siempre podían recurrir a otro grupo emparentado que les proporcionase protección. Además, si se producía alguna crisis ecológica en su territorio: sequía, desaparición de animales para la caza, inundaciones, etc., siempre podían acudir a los territorios de los grupos familiares en busca de ayuda. La función de la familia en el entramado de los grupos regionales Como hoy, la familia era importante pero además se convertía en una estructura de poder y control social. Técnicamente estas sociedades, desde la perspectiva de los grupos locales, se conocen como sistemas de terminología esquimal[3], que se caracterizan fundamentalmente, como tipos de organización nuclear basados en relaciones de reciprocidad entre sus miembros, ya sean mujeres u hombres. Esto es así, porque no distinguen entre la línea materna y la paterna, por lo que no se crea ningún modelo conductual preferencial, ni cognitivo ni afectivo entre los individuos de cada sexo. Estamos en un sistema en el que la mujer y el hombre tienen el mismo valor desde su autonomía; y lo mismo sucede con la madre y el padre, la recolectora y el cazador. No hay diferencias entre sexos, o aún mejor dicho, las diferencias sexuales no implicaban diferencias de poder entre mujeres y hombres. En este sentido podemos decir que las relaciones entre hombres y mujeres no se establecían desde la igualdad, sino desde la autonomía de unas con respecto a los otros. Con lo que se conseguía un sistema social bastante igualitario. Además, seguimos con Harris, también se podría decir que estos grupos se ajustarían a la terminología hawaiana, ya que los grupos locales adquieren carta de naturaleza a través de los grupos reproductivos y regionales, lo que implica que la familia nuclear se encuentra estructurada de modo operativo, en sistema más extensos de filiación. Debemos tener en cuenta que estos modelos que estamos describiendo no se pueden ajustar a la situación de la familia en la actualidad, por muy nuclear que ésta sea en nuestra cultura. La autonomía de la mujer La hipótesis de la autonomía de la mujer en este período no es tan sólo una reconstrucción meramente teórica, sino que se apoya en diversas pruebas que provienen de distintos ámbitos (arqueológico, mitológico y testimonial) que señalan en esa dirección. En las tumbas encontradas pertenecientes a esta época, no hay diferencia entre los enterramientos de las mujeres y de los hombres. A todos se les enterraba de la misma manera y con el mismo ritual: (postura, elementos decorativos, ropa…). Además contamos con las representaciones de la época: las Venus, de las que hemos hablado antes, y la ausencia de figuras masculinas, lo que puede simbolizar el valor femenino, matrilineal, de las comunidades originarias humanas. Y no es menos importante el propio testimonio (y los estudios etnológicos), de las personas que pertenecen a las culturas de cazadores-recolectores que todavía existen en la actualidad. Palabras de Nisa: una mujer ¡kung san del desierto del Kalahari: "Las mujeres son fuertes; las mujeres son importantes. Los hombres zhun/twa (!kung san) dicen que las mujeres son los jefes, las ricas, las sabias. Porque las mujeres poseen algo muy importantes, algo que hace a los hombres vivir: sus genitales. Una mujer puede traer vida a un hombre incluso cuando está casi muerto. Puede darle sexo y hacerle vivir de nuevo. ¡Si ella rehusase, él moriría! Si no hubiera mujeres a su alrededor, su semen los mataría. ¿Sabías eso? Si hubiera sólo hombres, todos ellos morirían. Las mujeres les hacen posible vivir"[4]. Los límites de la interpretación Ahora bien, con esto no se pretende señalar que existiese una igualdad absoluta entre mujeres y hombres, dicho tipo de afirmaciones son muy arriesgadas. Sería mejor decir que en los comienzos de la humanidad existían menos diferencias sociales entre mujeres y hombres de las que existen en la actualidad. De los estudios realizados nos encontramos con que la mayoría de las culturas de cazadores-recolectores tienen un tipo de filiación bilateral (no distinguen entre las ramas maternas y paternas), aunque también es cierto que un 26% de las sociedades son patrilineales (descendencia por línea materna) y el 58% tienen una residencia patrilocal (la pareja va a residir con la familia paterna del marido)[5]. Los conocimientos que tenemos de estas sociedades, las especulaciones que podemos hacer, las palabras de Nisa, o las figuras de la Venus, así como los enterramientos nos pueden autorizar a decir que en los grupos de cazadores-recolectores, aunque haya distinción de funciones, estas no implican una consideración de subordinación social entre mujeres y hombres. Tampoco estamos manteniendo la posición antropológica de Jane Harrison, según la cual la mujer representaba el núcleo social de las comunidades humanas. En sentido estricto Jane Harrison se refiere a las primeras comunidades de la Grecia arcaica, y mi historia es mucho más antigua, del Paleolítico superior (aprox. 30.000 años a.C.). Podemos concluir, por tanto, afirmando que en este tipo de sistemas de organización social la mujer era el centro a partir del cual se conformaba el sistema social, por cuanto los grupos regionales quedaban vertebrados a través de ellas. Las ventajas eran innumerables: evitar la endogamia; establecer redes de intercambio comercial recíprocas; mayor flexibilidad y, por tanto, mayor capacidad de supervivencia ante crisis ecológicas (sequía, falta de caza, demasiados nacimientos masculinos a la vez que fallecimientos de mujeres en edad de reproducirse, etc.). Además, estos grupos se conformaban intercambiando hombres, de tal manera que se disolvían las condiciones de posibilidad de la existencia de grupos masculinos de intereses, que provocarían muchísima inestabilidad en el necesario equilibrio de los grupos regionales. Todos sabemos que las bandas de hombres son muy competitivas entre sí y muy belicosas. [1] Campbell, J., Las máscaras de dios. Mitología primitiva, pp. 358-360, Alianza Editorial, Madrid, 1996. [2] Gamble, C., El poblamiento del paleolítico de Europa, pp. 41-73, Crítica, Barcelona, 1990. [3] Harris, M., Introducción a la antropología general, pp. 375-379, Alianza Universidad, Madrid, 1995. [4] Harris, Op. Cit., p. 463. [5] Ver M. Kay Martin y Bárbara Borréis, La mujer un enfoque antropológico, cap. 7, Anagrama, Barcelona, 1978.
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