Prácticamente un 70% de las mujeres españolas se consideran cristianas; frente a un casi 55% de los hombres. ¿Es normal la gran diferencia presentada entre unas y otros a pesar del trato de la religión hacia la mujer?
Este es un enlace hacia una web que muestra las razones por las que la religión cristiana degrada a la mujer: blogs.publico.es/strambotic/2017/03/dios-es-misógino/
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Maryam Mirzakhani, primera mujer galardonada con la Medalla Fields, el "Nobel" de las matemáticas.28/8/2017 , Mirzkhani, nacida en Teherán en 1977, no tardó en destacar debido a su talento matemático. Este fue denotado en un concurso de informática, en el cuál también pudieron percibirse su ambición y competitividad. Fue la primera en muchas cosas. La primera mujer en el equipo iraní de las Olimpiadas Internacionales de Matemáticas. En 1997 ganó una medalla de oro, al año siguiente dos y alcanzó la máxima puntuación. Licenciada en Ciencias Matemáticas en la prestigiosa Sharif University of Technology de Irán, continuó su carrera por la recta numérica en Harvard, donde obtuvo su doctorado. Fue imposible pasar desapercibida, ella rompía moldes. No sabía apenas inglés pero no dejaba de cuestionar cualquier aseveración. Las respuestas las anotaba en farsi. Luego, volvía a preguntar. En 2004 la publicación de su tesis doctoral revolucionó el mundo. Ya que en esta resolvió dos intrincados problemas relacionados con la geometría hiperbólica. Fue su salto al estrellato, las principales revistas matemáticas difundieron sus logros siendo rápidamente aclamada por los grandes centros matemáticos que ansiaron recibir a tan prestigiosa matemática. Pasando por Princeton, el Instintuto Clay y finalmente a Stanford donde se asentó como catedrática. En 2009 ganó el Premio Blumenthal de la American Mathematical Society, y en 2013 el Ruth Lyttle Satter, ese mismo año su estudio conjunto sobre un problema referido a algo tan trivial como la trayectoria de las bolas de billar en una mesa poligonal sobrecogió a físicos y matemáticos de todas partes del mundo,. En 2014, en Seúl, fue la primera mujer en recibir la Medalla Fields, el galardón más importante que puede obtenerse en una disciplina para la que no hay premio Nobel, reservada a menores de 40 años; por su contribución a la comprensión de la simetría de las superficies curvas. Dicha contribución, según la Universidad de Stanford abre puertas tanto al estudio de los números primos y la criptografía como a la resolución de las incógnitas que rodean el estudio de los orígenes del universo. Maryam Mirzakhani fue además la primera mujer iraní en formar parte de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, a la que se unió en mayo de 2016 como reconocimiento a su "logro distinguido y continuo en la investigación original". Aunque para la posteridad Mirzakhani quedará como un ejemplo de matemática pura, Pero hubo un tiempo en que deseó ser escritora. Finalmente fusionó sus dos vocaciones,al escribir novelas en la los objetos geométricos, se convirtieron en los personajes de las historias que construyó. Hace cuatro años, se le diagnosticó un cáncer de mama. Tras sucesivas recaídas, la metástasis avanzó implacable. El 15 de julio de este año, Maryam Mirzakhani falleció. La mujer que luchó contra los negacionistas.
Deborah Lipstad, profesora Dorot de Estudios Judíos Modernos y Holocausto en la Universidad Emory en Atlanta. Escritora de muchos libros relacionados con el Holocausto donde destaca “La negación del Holocausto” donde atacó a los negacionistas. Entre estos destaca David Irbing, el cual denunció por libelo a Lipstadt y su editorial, Penguin Books, en un tribunal británico; debido a que en este era Lipstadt la que debía demostrar su inocencia. David Irbing fue un historiador que exculpó a Hitler de la llamada Solución Final y negó el Holocausto en sus libros, en sus conferencias y ante los medios de comunicación. Lipstad y Penguin ganaron el caso, en este el juez británico Charles Gray, elaboró un texto de sentencia de 334 páginas, detallando la sistemática distorsión de la historia de la Segunda Guerra Mundial por parte de Irving. La Dra. Lipstadt fue nombrada por los Presidentes Clinton y Obama para Consejo Estadounidense Memorial del Holocausto, el Presidente George W. Bush le pidió que representara a la Casa Blanca en el aniversario 60º de la liberación de Auschwitz, y aconsejó a la Ex Secretaria de Estado Madeline Albright en asuntos de la libertad religiosa en el extranjero. Actualmente dirige el sitio de web de la Negación del Holocausto en Juicio (Holocaust Denial on Trial), que contiene respuestas a frecuentes reclamaciones propuestas por negadores del Holocausto. Para más información: www.palestinalibre.org/articulo.php?a=36887 www.auschwitzinstitute.org/es/deborah-lipstadt/ www.abc.es/play/cine/noticias/abci-deborah-lipstadt-sobre-negacionismo-no-puede-debatir-hechos-gente-piensa-tierra-plana-201704120054_noticia.html En 1812 tiene lugar en España un hecho inaudito, sin precedentes en este país: se elabora la primera constitución española. No voy a entrar a analizar el proceso de reforma o el de cómo fue elaborada, pero sí alguna de sus principales características.
Es cierto que esta constitución supuso un programa revolucionario, que introducía la Soberanía Nacional (capacidad de tomar decisiones en los asuntos públicos), que llevaba a cabo una división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), que aseguraba la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y el fisco. Es más, garantizaba una serie de derechos fundamentales del individuo: sufragio, inviolabilidad del domicilio, educación elemental, garantías penales y procesales… Pero realmente, esta constitución no iba dirigida a todos los habitantes españoles, es más, desechaba a algo más de toda la población española en todos sus aspectos: la población femenina. La exclusión del género femenino fue radical, las mujeres no eran consideradas ciudadanas españolas, su único oficio era el matrimonio, estaban destinadas al ostracismo político hasta la irrupción de la figura de dos mujeres, Margarita López Morla y Frasquita Larrea. Con un alto nivel cultural, Margarita y Frasquita optaron por organizar tertulias literarias y políticas al margen de las protagonizadas por los hombres. De este modo, se reunían con otras mujeres para analizar el panorama político de la época y de algún modo, sentirse parte del sistema gubernamental del que habían sido privadas. Estas tertulias organizadas con mano femenina llegaron a tener un gran calado. Benito Pérez Galdós llega a retratarlas en algunos pasajes de sus famosos Episodios Nacionales. Además, Frasquita es una de las precursoras del romanticismo literario en España, dada su influencia inglesa y francesa. Otras mujeres destacadas de la época son: las periodistas Carmen Silva y María M. López de Ulloa, la traductora María Magdalena Fernández… Con el cristianismo vamos a asistir a una transformación del concepto de familia: la familia nuclear trascendente, como instrumento para acceder al poder político.
La reinterpretación que se hace de la mujer con el cristianismo responde a unas necesidades muy pragmáticas para el desarrollo del mismo como fuente de poder, en este sentido podemos decir que a finales del Imperio, la mujer avanzó, o mejor dicho, se reinterpretó, en su estatus como persona y no sólo como hija, esposa o madre de alguien. Esta revalorización de su dimensión personal tuvo que ver con el hecho de que la mujer se convirtió en el vehículo de transmisión del cristianismo, en su instrumento de evangelización y por tanto, de poder. Por ello debe ser protegida y alentada, aunque dentro de unos límites, a saber: aquellos que marcan su propia naturaleza corrupta y corruptora. Además, muchas de las medidas que supuestamente mejoran las condiciones de vida de la mujer: como santificar los matrimonios monogámicos, no tiene como objeto el reconocimiento de su autonomía, sino solucionar problemas de orden político, como poner límites las alianzas entre las familias nobles para que no puedan organizarse bajo un único liderazgo, lo que puede poner en peligro la estabilidad del Estado cristiano carolingio y cuestionar el incipiente poder político de la Iglesia. Hay que tener claro que todos los sistemas de poder construyen una estructura axiológica y de representación con la que persigue instaurarse y mantenerse, al fin y al cabo son formas de organización social. En este sentido, la mujer que tenía una consideración muy alta en los pueblos germánicos, fue utilizada por el cristianismo para extenderse como sistema de poder:. Nadie que conozca la historia se puede extrañar la afirmación de que fueron las mujeres germanas el gran instrumento de evangelización de occidente, convirtiendo a sus maridos, construyendo iglesias y monasterios y nombrando a la Iglesia heredera de sus bienes: no hay que olvidar que las mujeres germanas podían heredar riquezas y transmitirlas. Podemos decir de modo general, que la Iglesia se hizo con el control político a través de la mujer y del matrimonio, utilizando como principio la idea de “indisolubilidad”, lo que le daba un poder absoluto para gestionar todo el sistema de alianzas que se establecía entre las clases poderosas a través de los matrimonios. Y para poder llevarlo a cabo, lo primero que tuvieron que hacer, como ya hemos visto anteriormente, fue luchar a brazo partido contra la concepción merovingia del matrimonio y darle un estatus trascendente de sacramento (manifestación externa de una gracia interna). ¿Recuerdas la historia de Lotario y Tetburga, mucho más antigua que la de Enrique VIII y Catalina de Aragón? Lotario intentó divorciarse de Tetburga y después de muchos años de triquiñuelas, amenazas, condenas, encierros, etc., se murió sin conseguirlo y la Iglesia se salió con la suya. Comenzó de este modo un largo y victorioso proceso en el que el matrimonio se sacramentó desarrollando toda una serie de disposiciones acerca del matrimonio que iban del cielo hacia la tierra: comenzando con las disposiciones carolingias de regulación del matrimonio, y terminando en la actualidad con la legislación eclesiástica acerca del divorcio, el aborto y los matrimonios homosexuales. En definitiva, las primeras normas consistieron en negar los matrimonios en segundas nupcias y que el adulterio fuese motivo para la disolución del vínculo.De este modo el matrimonio “transciende” el mundo humano hasta el mundo divino y sólo puede ser accesible a través de la Iglesia. De hecho, todo este esquema trascendental se va a consolidar a lo largo de la Edad Media. Por desgracia esto continúa siendo dogma de fe en el cristianismo actual No tenemos más que acercarnos, por ejemplo, a los documentos de la conferencia episcopal, leerlos y sumar dos más dos. La mujer les importa bastante poco, tan sólo les interesa el control sobre el matrimonio y, además, de una manera implícita siguen volcando la responsabilidad de la mujer sobre la familia, con todo lo que ello conlleva para su vida. Cierto es que son más sibilinos, no pueden declarar abiertamente que la función de la mujer va indisolublemente ligada a lo doméstico, perderían la mayoría de su clientela, así que en lugar de eso afirman que el mal radica en la “revolución sexual” que, según ellos, escindió la sexualidad del matrimonio, la procreación y el amor, provocando la emergencia de la violencia doméstica. Por lo que debemos volver al control de la sexualidad femenina a través de un macho, y al dominio de la existencia de la mujer a través de muchos hijos (y de mayores dependientes). Y lo sueltan así, como si ese tipo de sociedad que ellos defienden no tuviese ningún tipo de consecuencias para la autonomía de la mujer y, para colmo, lo hacen citando a S. Pablo, uno de los mayores misóginos de la humanidad, y eso que el listón siempre ha estado muy alto[1]. La mujer en la Edad Media: Una eterna menor de edad ¿Cómo se desarrolló esta estructura axiológica ideal en la vida cotidiana de las personas. Antes de verlo, no debemos olvidar todo lo que llevamos dicho hasta este momento y no podemos pasar por alto que: existe una relación intrínseca entre los sistemas de valores y los modos cotidianos de vida. Una vez dicho esto y teniendo en cuenta que la Edad Media es una época muy larga y compleja, de hecho todo lo que hemos comentado en el apartado anterior hace referencia a la primera etapa de la Edad Media es cierto que podemos hacer ciertas generalizaciones (con muchos matices y pidiendo disculpas a los especialistas): 1. Para empezar, no se puede esperar mucho de una época en la que el cristianismo (paulinismo) se convierte en ideología universal en occidente. Ten en cuenta que en este sistema de pensamiento la mujer se ve atrapada en un triángulo del que no puede escapar. Cada uno de los vértices se haya ocupado por un símbolo, del que ya te hablé: el de arriba por María, la Virgen. Uno de los de la base por Eva, la Naturaleza Pecadora y el otro por Magdala, la Eterna arrepentida. En el centro y en una posición equidistante se encuentra la mujer, atrapada y sin poder escoger ninguna vía. La vía celestial, increíble por su propia humanidad. La vía del arrepentimiento, imposible pues el pecado no tiene redención. La vía de su propia naturaleza, impensable, pues Dios, la Iglesia y el hombre permanecen al acecho. 2. Aunque es liberada de su familia, va a ser custodiada por Dios, la Iglesia y su marido. ¿Qué esperar de Eva? “capaz de matar hasta a sus propios hijos por casarse con otro al enviudar, condenación de la humanidad una vez más, que nace y muere y vuelve a nacer para que el pecado deje de ser original y se transforme en natural”.[2] Nada se puede esperar, porque su ethosno es fruto de una decisión sino de una naturaleza. Pero no sólo es su cuerpo el que debe ser dominado, sino también su pensamiento, su palabra que no es otra cosa, al decir escolástico-tomista, que cháchara incansable, e insaciable, cambiante, pervertida y pervertidora de orden natural y social. Pero al fin y al cabo no es culpa suya ser lo que es sino creerse más de lo que es, o lo que es lo mismo no saber ser lo que es (¿te suena del feminicidio?) y, por eso debe ser protegida de sí mismo para que no ponga en peligro a los demás: debe ser custodiada. ¿Y quiénes son sus custodios? La negación avergonzada de su propia naturaleza, la sumisión deseada ante el hombre y el temor voluptuoso ante Dios, o lo que es lo mismo: el hombre, la Iglesia y Dios. 3. Siempre va a prevalecer el principio de su propia incapacidad, que necesita de su marido para que la domestique, como el alma necesita al cuerpo y el animal necesita al hombre. 4. Todo este sistema axiológico va a permitir, a partir del S. XV que la mujer sea reintegrada al orden doméstico, su auténtico espacio vital. No quiero dar la impresión de que el cristianismo no supuso mejoras en las condiciones de vida de las personas, pero lo que no podemos hacer es negar la evidencia y suponer que el mito cristiano está más allá de todo lo que hemos venimos indagando hasta este momento. El personalizar nuestra historia, el desvincularla de su contexto político (en el amplio sentido de este término), es uno de los mayores errores que podemos cometer. De hecho lo hemos cometido culturalmente y es una clara manifestación del síndrome del clan. ¿Qué pasa: que las sociedades humanas desaparecen?: ¿que el orden político y familiar no son necesarios?; ¿que el deseo, las relaciones entre mujeres y hombres, la educación, el control de las conductas, los problemas demográficos, la economía, etc., dejan de existir? Las funciones prototípicas de la mujer durante este periodo son las mismas que en los clanes: producir bienes que complementen la producción familiar (en este sentido son una ayuda para el hombre, que es el que produce) la crianza y la educación a los hijos (educación religiosa, por supuesto, cuando occidente se hace cristiano). Y como en los clanes, los niños son separados de sus madres cuando tienen siete años mientras que las niñas se quedaban hasta que se casaban. Siguen existiendo las mismas necesidades, siguen demandándose las mismas funciones, siguen manifestándose las mismas estructuras… Aunque cambien las narraciones. ¿Y qué ocurría en el entorno cotidiano, más allá de los intereses del poder y los valores transcendentales? No se puede separar la vida de la mujer de esos contextos, puesto que toda forma parte del entramado, pero podemos decir que entre los siglos X y XIII la mujer adquirió cierta autonomía con respecto a las familias, pero no así con respecto a la Iglesia. O mejor dicho, como siempre, la mujer era recolocada en el epicentro de la lucha por el poder. En las clases aristocráticas, la situación de la mujer no había cambiado dependía de su riqueza, el estatus de sus parientes y el poder de sus maridos e hijos. ¿Lo reconoces? Sus funciones, en tanto que madre, esposa y miembro “importante” para la Iglesia consistían, fundamentalmente en: educar a los hijos (a ellos hasta los 7 años, que era cuando se iban al castillo de algún pariente para educarse como guerrero, o a algún seminario para dedicarse al sacerdocio; y a ellas hasta los 12 años que era cuando, normalmente se casaban); cuidaba a su marido como “compañera”, pues sólo era “súbdita” amorosa de Dios; se hacía cargo del funcionamiento de la casa y se ocupaba de los pobres y de la Iglesia (asistir a misas, dar dinero para hacer monasterios o arreglarlos, etc.). En este momento es muy importante señalar que aunque en la Edad Media hubo mujeres muy importantes y con mucho poder, también es cierto que eso fue una cuestión de historias personales, y no de condiciones sociales. Desde esta perspectiva la función política más importante que tenía la mujer era acumular riqueza para donarla a la Iglesia y crear en su feudo algún monasterio para poder retirarse cuando se quedase viuda. En líneas generales lo que le esperaba a la mujer noble desde que nacía era o un monasterio (si era fea) o un matrimonio (si era guapa). Como vemos, los tópicos en el fondo responden a arquetipos: la belleza de la mujer fue y sigue siendo un factor determinante en su devenir. Por lo que respecta a esta época, la belleza influís en el destinos de la mujer, de las familias y de la Iglesia. Las hijas guapas las reservaban para satisfacer los intereses de la familia. Los de Dios eran secundarios. De hecho la Iglesia se quejaba de esta situación. Un predicador llamado S. Bernardino llegó a declarar que las familias sólo dejaban para la Iglesia a los “vómitos de la tierra”. Es curiosa esta curiosa tendencia esquizofrénica de la Iglesia con respecto a la belleza de la mujer. Ellos eran conscientes de que la belleza es un instrumento de dominio sobre el hombre, por eso la condenan, la desprecian y advierten a los hombres contra su demoníaco poder: “En cuanto a lo que me habéis escrito, bien le está al hombre abstenerse de mujer”. O, “La cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer es el hombre; y la cabeza de Cristo es Dios. Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta a su cabeza. Y toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta a su cabeza”. Pero al mismo tiempo, necesitan de esa belleza para afianzar su dominio. La conclusión fue muy simple, más que la mujer bella, el mal radica en la mujer que sabe que es bella y utiliza esa belleza para dominar y seducir al hombre.. “No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Que se mantenga en silencio. Porque adán fue firmado primero y Eva en segundo lugar. Y el engañado no fue Adán sino la mujer que, seducida, incurrió en la transgresión (y además sedujo a Adán, que se dejó seducir porque ¿la amaba o la deseaba?, dice Abelardo). Con todo, se salvará por la maternidad mientras persevere con modestia en la fe, en la caridad y en la castidad”[3]. Como vemos las notas de su salvación son: sacrificio de su propio cuerpo, maternidad, fe y dedicación a la Iglesia, por lo que la importancia de los matrimonios sigue siendo una cuestión esencial en la vida de la mujer y en la organización social. Las familias nobles los utilizaban, como siempre, para establecer alianzas de poder, de ahí que la Iglesia luchase denodadamente por el control de los matrimonios. Instrumentos de esta lucha son: la indisolubilidad, como ya mencionamos, y el consentimiento mutuo de los esposos… El principio de indisolubilidad no produjo nada bueno para la mujer, las cadenas que la ataban permanecieron, sólo que las paredes que la aprisionaban se hicieron más seguras: a la familia se le unía ahora la Iglesia. Con respecto al consentimiento mutuo de los esposos, podríamos decir que fue una buena medida para la mujer, no digo que no, pero debemos tener en cuenta que a los 7 años se producían los esponsales (¿cuánta capacidad de decisión tienen los niños a esa edad?); a los 12 se casaban las niñas, que habían abandonado su casa antes para irse a casa de su futuro marido (sola y abandonada) y a los 14 se casaban los niños (que desde los 7 años jamás habían compartido vida con niña alguna)… Por mucho que la Iglesia crease Tribunales eclesiásticos para que los niños pudiesen denunciar que los obligaban a casarse ¿crees que alguno lo hacía? Creo que a la Iglesia le importaba bastante poco la situación de la mujer. De hecho, la diferencia de edad entre niñas y hombres en los matrimonios se situaba entre los 10 y los 20 años. Y si esto ocurría entre las clases aristocráticas, en las incipientes ciudades la llegada de una fuerte inmigración individual va a modificar el sistema de relaciones entre mujeres y hombres, aunque la influencia de este proceso se verá más adelante entre los siglos XIII y XV, cuando las mujeres desarrollen unas funciones productivas muy importantes, llegando incluso a fundar sus propios gremios. Pero hasta que eso ocurra, en las ciudades las mujeres ocupan el espacio del servicio doméstico (criadas/esclavas) y el espacio del servicio público (prostitución). Pero al margen de eso, sí es cierto que la ciudad va a ser un espacio de cambio para la mujer, ya que en él ésta va a poder desempeñar funciones extra-domésticas, además de las domésticas, como en la actualidad: no debe extrañarnos, la mujer siempre ha trabajado dentro y fuera del hogar, otra cosa es que eso se quiera reconocer o no. Aproximadamente la mitad de los maestros artesanos carecían de oficiales, pese a las legislaciones que les obligaban a tenerlos. El trabajo era sobre todo familiar. Trabajaban el maestro y su familia. Cuanto más trabajaba la mujer en el taller de su marido, menos lo hacía en la casa, con lo que era costumbre en las ciudades contratar a una persona que hiciese su trabajo doméstico por un salario poco importante, aunque era ella, como responsable única, la que se encargaba de organizar todo lo referente a la unidad doméstica (¿Nos suena de algo?). La mujer, por tanto trabajaba en el hogar y, además, fuera de él, siendo en ambos ámbitos una fuerza productora, competente y competitiva. ¿Era legal? No. ¿Era de dominio público? Sí. No había problemas hasta que se transformaba en una competidora del hombre. Y esto sucedía cuando había crisis económica y paro entre la población masculina. Entonces, no permitían el trabajo en los talleres de sus maridos y las reconducían al hogar. A partir del S. XV el trabajo extradoméstico de la mujer fue perseguido y trabado constantemente, hasta el punto de que en el plazo de dos siglos, desaparecen los gremios femeninos y se culmina el encierro de la mujer en el ámbito doméstico. Las profundas crisis que asolaron Europa a partir del S. XIII dejaron una marca indeleble en la mujer. Lo que nos podría llevar a preguntarnos:¿Qué va a pasar en nuestra Europa cuando se produzca una crisis económica grave…? Porque lo cierto es que la historia de la mujer y el trabajo fuera del hogar es una larga y costosa lucha en la que la mujer ha sufrido, sufre y sufrirá más que los hombres, las consecuencias de las crisis económicas porque en un mundo complementario (de complementariedad negativa), la resolución de los conflictos siempre beneficiará al que ejerce el dominio. Y esto es lo mismo que ocurre hoy en día, incluso en los países nórdicos[4]: la mujer sigue siendo la responsable y organizadora de la unidad doméstica y además trabaja fuera del hogar, pero este trabajo no es tanto un trabajo como un complemento, es más una cesión que un derecho. Por eso la temporalidad afecta más a la mujer que al hombre, la mujer cobra menos dinero que el hombre a igualdad de trabajo. ¿Nos extraña entonces que cuando es madre tienda a renunciar al trabajo extradoméstico? Pero no es una cuestión natural, sino de organización política. Así que no debemos extrañarnos, tampoco, si la situación de la mujer en la sociedad occidental empeora en épocas de crisis económica. Digamos que como mínimo, lo van a tener muy difícil. Pero siempre ha sido así, no es nada nuevo. “En el curso del XVIII, las mujeres vieron ampliarse sus posibilidades de trabajo, pero lo más sorprendente es queno bien esto ocurrió, las mujeres en busca de empleo en la nueva rama laboral se multiplicaron y los salarios cayeron. El trabajo se identificó como “trabajos de mujeres”y como tal se remuneraba. En 1762, el Directorio de Campbell en Londres asignó la categoría de trabajo de indigentes a todas las actividades de confección de ropa a cargo de las mujeres, con lo cual expuso a las afectadas a situaciones de grave necesidad y proporcionó la base de reclutamiento para la prostitución”.[5] ¿Existía violencia de género reconocida como tal? Que el marido maltratase a la mujer era una conducta normal y socialmente aceptada. De hecho ni en el Derecho Romano ni en el Germano, la mujer podía divorciarse de su marido por el maltrato, sólo lo podía hacer si el hombre era homicida, necromántico o violador de tumbas (Romano); si era pederasta, o si la había obligado a fornicar con otros (Derecho Germano). Ahora bien, durante los siglos XIV y XV los tribunales atendían numerosos casos de violencia doméstica[6]. No sólo las mujeres sino también sus familias podían poner denuncias y solicitar la disolución del matrimonio (¿Y consideramos que nuestras legislaciones son novedosas?). Lo que implica que el problema existía pero que, a diferencia de otras épocas, era reconocido como problema. En última instancia y teniendo en cuenta que como buen sistema complementario la ley y la sociedad otorgaban todo su poder al hombre, para dominar a la mujer, los jueces solían recordar a las mujeres que debían obediencia a sus esposos. [1] Véase, por ejemplo “LXXXI Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España” (2003) o la “Instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal Española, 1990, sobre la Familia. En www.conferenciaepiscopal.es [2]Mosco, J., y De Neápolis, L., Historias bizantinas de locura y santidad, pp.99-101, Siruela, Madrid, 1999. [3] Fragmentos de S. Pablo: Primera Epístola a los Corintios y Primera Epístola a Timoteo. [4] Véase “La excepción sueca” en Ockrent, El libro negro de la condición de la mujer. [5]Hufton, O., “Mujeres, trabajo y familia”, p. 46, en Duby, G., y Perrot, M., Historia de las mujeres. 3. Del renacimiento a la Edad Moderna, Taurus, Madrid, 2003. [6] Véase Opitz, C., en “La vida cotidiana de las mujeres en la Baja Edad Media (1250-1500) pp. 352 ss, en Duby, G., y Perrot, M., Historia de las mujeres. 2. La Edad Media, Taurus, Madrid, 2003. El origen de los sistemas de clanes
El mundo humano es muy complejo (con todo lo que significa la idea de complejidad) y los factores que inciden en su configuración también son complejos. Por eso la historia continúa con un momento de reorganización estructural causada por múltiples factores interconectados: aumento del tamaño de los grupos, cambio climático, modificaciones en el medio ambiente, etc. No obstante, y aunque debamos establecer una continuidad narrativa entre los sistemas de cazadores-recolectores y los sistemas de clanes, lo que no debemos hacer es interpretarlo como un evolucionismo, es decir: no podemos afirmar que a lo largo de la historia se haya producido una evolución de los unos a los otros. Por ello no debemos pensar que los grupos de cazadores-recolectores evolucionaron y se transformaron en grupos de clanes, sino que éstos emergieron con unas características muy específicas y que su emergencia tuvo como resultado la subordinación de la mujer. El mito de los ona nos ofrece un claro ejemplo de transformación y continúa contando: “(En esta época) los hombres vivían en un miedo abyecto y sometidos. En verdad, tenían arcos y flechas con los cuales proveer al campamento de carne, sin embargo se preguntaban: ¿de qué nos sirven tales armas contra la brujería? Esta tiranía de las mujeres fue de mal en peor, hasta que a los hombres se les ocurrió que una bruja muerta era menos peligrosa que una viva. Conspiraron juntos para matar a todas loas mujeres y sobrevino una gran masacre a la que no escapó ninguna mujer en forma humana (…). Los hombres se encontraron ahora sin esposas. Porque tenían que esperar a que las niñas se convirtiesen en mujeres. Mientras tanto, surgió la gran pregunta ¿cómo podrían los hombres mantener el poder ahora que lo tenían? Un día, cuando estas niñas alcanzasen la madurez podrían unirse y recuperar su antiguo dominio. Para prevenir esto, los hombres inauguraron una sociedad secreta propia y desterraron para siempre la logia de las mujeres en la cual se habían incubado tantas conspiraciones malvadas contra ellos…)” Este mito ilustra una transformación en el sistema de interacciones sociales no es una excepción, sino que narraciones semejantes podemos encontrar en otras culturas de clanes. En la polinesia, los instrumentos son muy importantes en todos los rituales y, además, marcan una diferencia esencial entre hombres y mujeres. La carraca (como los churingas australianos), sirve para asustar a los neófitos en los rituales de iniciación masculina y tiene un aspecto fálico. Entre los kiwi de del sur de Papúa, el nombre de este instrumento es madubu, que significa yo soy un hombre. También entre los marindamin y los de la zona Trans-fly, nos encontramos que estos instrumentos están asociados a los rituales de iniciación homosexual, destinados a dotar a los muchachos de más semen, necesario para convertirse en adultos. En Papúa Nueva Guinea (montañas meridionales) y centrales el instrumento es la flauta y también se asocia a la iniciación masculina. Sólo pueden tocarla los hombres. Pero lo más importante, en este momento, es que señalemos que, como los ona, hay mitos que cuentan que estas flautas eran originariamente de las mujeres, pero los hombres se las robaron, o las engañaron para que se las diesen y, desde entonces, tienen prohibido todo conocimiento sobre ellas. Estamos asistiendo a un momento en el que la eliminación de la mujer, del feminicidio histórico, es una constante cultural: ¿Hablamos de la situación de la mujer en las tres grandes mitologías monoteístas? O si quieres podemos contar la historia de cómo el héroe masculino de los apaches jicarillas venció a las enemigas de la humanidad: las vaginas dentadas y devoradoras de hombres. Si lo prefieres, podemos hablar del mito japonés de Izanami y su hermano y esposo Izanagi, y adivinar quien de los dos contravino el orden establecido y provocó el mal (nacimiento de su hijo deforme Hiruko, el niño sanguijuela). Podemos trasladarnos a África, y escuchar la leyenda dinka de la codiciosa Abuk, quien desobedeció a la deidad de turno y causó que esta se alejase de la humanidad y apareciesen la enfermedad y la muerte. Y lejos de allí, en la polinesia y la melanesia, nos encontramos con múltiples héroes culturales masculinos que dominan a la mujer y la someten por culpa de su deseo sexual. Son comunidades distintas, pertenecientes a épocas distintas, pero tienen elementos comunes (estructuras: nivel I) que determinan los modos de sentir y pensar las relaciones entre mujeres y hombres y que pudieron surgir en el Solutrense. El contexto ecológico Estamos en un periodo frío, seco, de verdes praderas y grandes manadas que pastan: el hábitat propio del cazador cooperativo. Durante este periodo la caza cooperativa a gran escala fue posible, no sólo por las condiciones climáticas y ecológicas, sino también por un avance tecnológico significativo que produjo mayor eficiencia productiva: uso del arco y las flechas, mejoras en el almacenamiento y conservación del alimento..., lo que llevó irremisiblemente a un incremento en la densidad de la población, a un aumento máximo de los grupos corresidenciales, y a una ocupación semipermanente del hábitat. Es, además, la época de las pinturas rupestres, en las que predominan las manifestaciones artísticas donde se desarrollan las imágenes de caza. De esta época son las pinturas paradigmáticas de las cuevas de “Trois Fréres”, Lascaux, Montespán, Castellón, Altamira...y tantas otras en las que lo femenino y la naturaleza ya no son los contenidos predominantes, sino que emergen y se consolidan el hombre (cazador) y su poder (chamán)[1] El sistema de organización de los clanes Las comunidades humanas se van a organizar a través de los grupos de cazadores totémicos, que se articulan como clanes, cuya función interna consiste en acentuar el sentido de identidad de los miembros masculinos de un grupo regional. El sistema totémico se va a consolidar sobre la estructura de un sistema ritual y mitológico que abarca dos ámbitos: a) El iniciático En esta dimensión el niño tiene un segundo nacimiento, en el que nace a la sociedad en el seno masculino de su clan, de tal modo que los mundos femenino y masculino son separados y se establecen una barrera axiológica insalvable entre ellos. Ritual de pubertad aranda (Australia) Niño-Hombre (es el niño al que se le va practicar el ritual de acceso a la vida adulta, que lo convertirá en un sujeto social) … Tres hombres muy fuertes lo atacan de repente y se lo llevan a la arena ceremonial preparada para su circuncisión, en donde están esperando todos alrededor: mujeres y hombres. Se le sitúa entre los hombres y todas las mujeres empiezan a bailar a la vez. Después tres hombres le conducen a través de las mujeres danzantes hacia un soto de arbustos tras el que debe permanecer durante un cierto número de días. Sobre su cuerpo pintan dibujos y le advierten que ahora ha entrado en un estadio superior de la virilidad juvenil. Nunca debe descubrir a ninguna mujer y a ningún muchacho, ninguna de las cosas secretas está a punto de ver y aprender. Al día siguiente llega la medre del muchacho acompañada por las hermanas de su padre y por la mujer cuya hija le ha sido asignada como esposa, se celebra una ceremonia, con fuego, en la que se le dice que nunca debe interferir con las mujeres asignadas a otros hombres, también señala el control social de la sexualidad, que se efectuará con la circuncisión. Después llevan al muchacho al bosque, donde se sienta en silencio durante tres días y se le da poco de comer. (Esto le da más solemnidad a los ritos que está a punto de conocer). El cuarto día se le devuelve al soto y comienzan las representaciones de los hombres que continuarán durante una semana. Durante 7 días se le narrará la leyenda de los antepasados totémicos, en la edad del alterjinga (la edad del sueño, de los orígenes). Durante este tiempo se les alimenta con la sangre de los hombres que beben de un cuenco, también se pinta con ella, es alimento físico, como el de la leche materna y espiritual, que la madre no puede producir: Apartan al niño de su apego infantil por la madre. El séptimo día, tras su matorral, untan su cuerpo con grasa y tres hombres pintan con mucho cuidado un dibujo en su espalda. En ese momento en la arena ceremonial los hombres y mujeres hacen representaciones. De repente se empiezan a oír los ruidos de los churingas (instrumentos ceremoniales que se agitan en el aire y producen ruidos) y las mujeres huyen. Llega el momento de la circuncisión, en la que el niño deja de ser niño, se aleja del mundo de la madre. Todo el momento final el joven está sobre un fuego cuyo humo se supone que curará su herida, esto simboliza que nace socialmente, porque a los niños cuando nacen se les humea para purificarlos. Adquiere un nombre ceremonial y un churinga (objeto sagrado) que está vedado a las mujeres. Ya no juega, entra en el estadio del sujeto político: caza, guerra…. Los ritos churingas plasman de una manera paradigmática este nivel. A través de ellos se someten los niños ngtatara y aranda a una serie de procedimientos cuyo objetivo resultado final radica en que los adolescentes tienen un segundo nacimiento, esta vez masculino y se produce una drástica separación representativa, axiológica y conductual de los mismos con respecto a sus madres en particular y las mujeres en general. Los aranda afirman que si no recibiesen el ritual se convertirían en demonios y devorarían a los ancianos, con lo que a los efectos sociales del ritual, se le añade un efecto psicológico, ya que la comunidad impone un férreo control de la pubertad. b) El político En el que los individuos se identifican con su clan y, a través de él, con su grupo regional, frente y contra otros grupos regionales que son los otros, sentidos y pensados como enemigos. Hay que tener en cuenta que estos grupos viven en un medio físico muy amplio en permanente contacto con los límites de otros grupos, que coinciden con los espacios donde los grandes rebaños desarrollan sus migraciones. Así es. Nos encontramos, por ejemplo, que las asociaciones de los crow y los cheyenne, que conforman grupos de edad, compiten entre sí para superarse en el combate, robar caballos, y cualesquiera otras actividades que manifiesten, representativa y axiológicamente, valor, como mantener el orden de la población durante las marchas hacia territorios para la caza. Desde aquí, evidentemente, el sistema esquimal carece de viabilidad y la familia nuclear basada en la reciprocidad será inviable. A partir de ahora el sistema social se va a inclinar hacia lo masculino, lo que implicará el primer acto del feminicidio del que estamos hablando. La mujer, en tanto que sujeto, queda limitada a un papel afectivo de madre y es reducida al espacio de la unidad doméstica, unidad que ya no es fundamental a nivel de la comunidad. Esto es posible, porque su interacción con el hombre, cazador y guerrero, se desarrolla desde la complementariedad, sobre la base de una interpretación del ethos (modo-de-ser) femenino (sumisión) desde el ethos masculino (dominio). Estructura familiar de los grupos de clanes Ahora, el niño tiene un segundo nacimiento en un clan, bajo la sombra de un tótem con el que se identificará representacional, axiológica y conductualmente el resto de su vida, configurando esencialmente su ethos. Desde esta perspectiva, el modelo de familia que se constituye es la familia extensa (terminología Iroquesa), que es esencialmente corporativa, en la que la residencia se establece según una estructura masculina, pues aunque sean matrilineales, las líneas se establecen según el padre de la madre, el hermano de la madre o el hijo de la madre. Debemos darnos cuenta de que cuando los grupos humanos aumentan de tamaño, para que sean eficaces, deben surgir subsistemas operativos en su interior y en estos grupos los subsistemas son más importantes que los individuos, o dicho de otra manera, los subsistemas (familia) se convierten en la unidad mínima de interacción social. Vamos a ver. En los sistemas de cazadores-recolectores al no haber distancia efectiva/afectiva entre el individuo y el grupo, es el propio grupo el que conforma el ethos de los sujetos. Esta identificación hace que tanto el grupo como cada sujeto se articule como unidad mínima de interacción social. Ahora bien, cuando los grupos aumentan y se vuelven más complejos, el individuo se distancia efectiva/afectivamente del grupo, por lo que el clan se articulará como una entidad mediadora, conformadora de la personalidad, y como estructura de poder y control social. La comunidad ya no lo es de individuos, sino de familias. El sistema de relaciones domésticas se va a articular desde, lo que podríamos llamar una complementariedad representacional y afectiva como se refleja en la leyenda de los ona antes referida, que da lugar a unas pautas conductuales de sometimiento de la mujer al hombre, de la madre y esposa al padre y guerrero-cazador. La subordinación de la mujer La mujer, deja de ser autónoma y comienza a ser identificada con su propio cuerpo: madre, esposa, hogar, eschara, domus… y, en el seno de la comunidad ya no es un factor de equilibrio y cohesión, sus logros sociales se identifican con los logros de su hijo, el cuál sólo se identifica con su padre y con el clan de su madre. Pero también es esposa, y desde aquí, sólo puede atribuirse una parte del estatus de su marido, sin que él tome nada de ella. Debemos dejar de pensar en términos de Alicia en el país de las maravillas. Los occidentales estamos muy mal acostumbrados y hemos erradicado de nuestro vocabulario el término supervivencia. ¿Cuántos problemas se pueden generar en una comunidad si la mujer compite de manera directa con el hombre por las mismas esferas de realidad? En los grupos de cazadores-recolectores nunca hay competencia directa, ambos pueden desarrollar sus funciones públicas sin ingerencias en el ámbito del otro (que es sujeto de consideración social), porque el grupo local y el individuo se identifican. Sin embargo, cuando las comunidades se hacen mayores, cuando los grupos regionales empiezan a ser las unidades de supervivencia, la necesidad de la función masculina (por el uso de la guerra como estrategia, por la emergencia de los excedentes, la distancia entre la comunidad y el individuo, etc.), conlleva necesariamente la disminución de la dimensión pública de la mujer y su consecuente relegación al espacio doméstico. Mito apache jicarilla (Nuevo Méjico) Hubo una vez un monstruo asesino llamado el Monstruo Coceante, cuyas cuatro hijas eran en aquel tiempo las únicas mujeres en el mundo que poseían vaginas. Ellas eran ‘muchachas vagina’. Y vivían en una casa que estaba llena de vaginas. ‘Tenían la forma de mujeres’, se nos dice, ‘pero en realidad eran vaginas’ (…). Como puede imaginarse, el rumor de la existencia de estas muchachas atraía a muchos hombres, pero se encontraban con el monstruo Coceante que los arrastraba al interior de la casa y nunca volvían. Y entonces, el Matador de Enemigos, un magnífico muchacho héroe, asumió la responsabilidad de corregir la situación. Burlando al Monstruo Coceante, el Matador de Enemigos entró en la casa, y las cuatro muchachas se acercaron a él, implorándole que hiciera el amor con ellas. Pero él preguntó, ‘¿Dónde están todos los hombres que fueron introducidos a golpes en este lugar?’ ‘Nos los comimos’ dijeron, ‘porque nos gusta hacerlo’, e intentaron abrazarle, pero él las rechazó gritando ‘¡Manteneos lejos, ésta no es forma de utilizar la vagina! ‘Primero os daré una medicina que nunca habéis probado, medicina hecha con bayas agrias, y después haré lo que pedís (…) (Les dio la medicina y a las mujeres vagina les encantó). Estaban en éxtasis casi inconscientes, aunque el Matador de Enemigos no les estaba haciendo nada en absoluto, era la medicina la que les estaba haciendo sentirse de esta forma. ‘Cuando el matador de Enemigos llegó hasta ellas (…) tenían fuertes dientes con los que comían a sus víctimas. Pero esta medicina los destruyó por completo’. Y así vemos cómo el gran muchacho héroe, en una ocasión, domesticó a la vagina dentada para que se dedicara a su uso adecuado[2]. Las grandes sociedades matrilineales Existen sistemas matrilineales, las iroqueses, los hurones de Norteamérica, los Nayar africanos y los Munducuru del Amazonas son ejemplos típicos[3], como también lo son los trobiandeses estudiados por Malnowski, pero no se nos puede olvidar que dichas comunidades no representan un poder efectivo de la mujer (matriarcado), sino un poder masculino que se adquiere por línea materna. El hecho de que se organicen matrilinealmente tiene que ver con las estrategias de supervivencia a gran escala, en las que los hombres pasan largas temporadas fuera de la comunidad: cazando, guerreando, comerciando, etc., por lo que las mujeres se van a encargar de la organización cotidiana del grupo. Pero no hay matriarcado, y aunque la mujer goce de un estatus social elevado no implica que su estructura de organización no sea complementaria. El padre no es sustituido por la madre, sino por el hermano de ésta; el Gran Jefe sigue siendo un hombre y aunque la humanidad provenga de una mujer, el héroe masculino es un hombre. Mito ceram Los ceram, una cultura caníbal de Nueva Guinea (Melanesia), narran cómo los seres humanos dejaron de estar unidos y se formaron las tribus, y cómo dejaron de ser inmortales. Nueve familias de la humanidad salieron al principio del monte Nunusaku, donde la gente había brotado de racimos de plátanos. Entre ellos había un hombre cuyo nombre era Ameta, que significa "Oscuro", "Negro" o "Noche", y ni estaba casado ni tenía hijos. Un día salió a cazar con su perro. Al poco tiempo el perro olió un cerdo salvaje y siguió su rastro hasta un estanque en el que el animal huyó, pero el perro permaneció en la orilla. Y el cerdo se cansó nadando y se ahogó, pero el hombre, que había llegado mientras tanto, lo recuperó y encontró un coco en su colmillo, aunque en aquella época no había cocoteros en el mundo. Al volver a su choza, Ameta colocó el fruto en un estante y lo cubrió con un paño en el que había el dibujo de una serpiente, después se acostó a dormir. Y durante la noche se le apareció un hombre que le dijo: "El coco que has colocado sobre el estante y cubierto con un paño debes plantarlo en la tierra". Ameta plantó el coco al día siguiente y a los tres días el árbol había crecido y estaba alto. Pasaron otros tres días y ya tenía flores. Subió al árbol para cortarlas, pues quería hacerse una bebida, pero mientras las cogía se cortó un dedo y la sangre cayó sobre una hoja. Volvió a casa para vendarse el dedo. A los tres días volvió y encontró la cara de alguien en el lugar en el que su sangre se había mezclado con la savia de la flor cortada. Tres días más tarde ya estaba el tronco de la persona, y cuando volvió de nuevo al cabo de tres días, encontró que una muchachita había crecido. Aquella noche el hombre se le apareció en el sueño: “Coge tu paño con el dibujo de la serpiente, envuelve cuidadosamente a la muchacha del cocotero con el paño y llévala a tu casa”. Ameta hizo lo que el hombre del sueño le dijo y tres días después se llevó a casa a la muchacha, a la que llamó Hainuwele, cella. Pero no era como una persona corriente, porque cuando respondía a la llamada de la naturaleza producía todo tipo de cosas valiosas, de tal modo que Ameta se hizo rico. Y en aquella época se iba a celebrar un gran baile maro, en el lugar de los Nueve Terrenos de Baile, en el que iban a participar las nueve familias de la humanidad y que iba a durar las nueve noches completas. Cuando la gente baila el maro, las mujeres se sientan en el centro y desde allí les dan a los hombres semillas de betel, éstos al bailar forman una gran espiral de nueve vueltas. La primera noche, Hainuwele estaba de pie en el centro y repartió semillas de betel. La segunda noche, las nueve familias de la humanidad se reunieron en el segundo terreno, y de nuevo Hainuwele se colocó en el centro, pero esta vez, en vez de semillas repartió coral entre los bailarines. La tercera noche, repartió porcelana china. La siguiente, machetes. Después cajas de cobre para betel hermosamente talladas. Así, cada día que pasaba, Hainuwele regalaba cosas de más valor. A la gente le pareció misteriosa la donación de tantos regalos. Se reunieron y discutieron el asunto. Todos estaban muy celosos y asustados de que Hainuwele pudiera repartir tanta riqueza y decidieron matarla. Así que la novena noche, cuando la muchacha estaba en el centro del terreno, los hombres cavaron un agujero profundo en la zona. Después, durante el baile de los nueve círculos, fueron empujando poco a poco a Hainuwele hasta que la hicieron caer en el agujero. Cubrieron el agujero con tierra y lo pisotearon durante toda la noche. Cuando el festival Maro terminó y Hainuwele no volvió, su padre supo que había sido asesinada. Fue al lugar de los Nueve terrenos de Baile, desenterró el cadáver y se fue a buscar a Satene, la segunda suprema virgen Dema que había dado el ser a los seres humanos. Ameta le enseñó el cadáver de su hija y maldijo a la humanidad, y la doncella Satene convocó a la gente y les dijo: “Porque habéis matado, rehúso vivir aquí nunca más. Hoy os abandonaré y nunca me volveréis a ver sobre la tierra. A partir de ahora, quien quiera recuperar su ser deberá morir”. Y como Satene se fue y la gente se quedó sin su ser, cada familia tuvo que inventarse uno diferente, y a partir de entonces dejaron de ser uno y se dividieron en distintas tribus que terminaron siendo enemigas[4]. Estructuralmente, el motivo es el mismo que en el mito de los ona, pero lo cierto es que si en estos las comunidades son patrilineales, en el caso de los ceram nos encontramos con comunidades matrilineales, en los que lo femenino (Hainuwele) tiene una gran importancia en el modo de regular las relaciones entre los clanes. Hay diferencias que operan en el nivel III del mito: en el caso de los ona son los hombres los que eliminan lo femenino, de manera directa, mientras que en el caso de los ceram lo femenino es asesinado por la comunidad, pero en lo que se refiere a la dimensión estructural las similitudes son evidentes: el héroe cultural es un hombre, y ambos reflejan una estructura complementaria de subordinación de la mujer: patriarcado (patrilineal/matrilineal), en el que la mujer es sometida en el ámbito de lo político y reducida al ámbito de la familia. En que ninguno describe una situación histórica sino que legitiman un tipo de organización determinada que encuentra su función en el entorno: supervivencia frente a otros grupos; agotamiento de los recursos; crisis demográfica, etc. Sea como fuere, las comunidades que se organizan en clanes, ya sean matrilineales ya sean patrilineales, se organizan estructuralmente de la misma manera. La organización social y el control de la mujer Llegados a este punto, debemos recordar que esta historia es una hipótesis de trabajo, cuya única función consiste en: 1. Integrar una determinada conceptualización sistémica, en un modo posible de describir las estructuras políticas humanas, para… 2. … Poder utilizar esa descripción en términos de estructura con el fin de comprender un tipo de fenómeno, la deshistorización de la mujer (la violencia doméstica), que tiene una extensión universal. En este nivel de nuestra descripción de un escenario posible, lo importante es señalar una especie de ley improbable pero muy posible: el tamaño del grupo es directamente proporcional al control complementario que ejerce el grupo sobre la mujer. Cuando aumenta la distancia entre los individuos y el grupo y sabiendo que éste es la entidad de supervivencia de la especie, ¿cómo se garantiza dicha supervivencia ante los desequilibrios provocados por los propios componentes del grupo y por otros grupos humanos? Una de las estrategias fundamentales es hacer que la mujer no pueda ser competidora del hombre en el seno de un grupo humano, sería una fuente enorme de conflictos políticos. ¿Qué ocurriría cuando una partida de guerreros iroqueses fuese a combatir contra los hurones y a su regreso, un grupo de mujeres hubiese dado “un golpe de estado” en nombre de un clan familiar y se hubiese hecho con el poder? O podemos imaginarnos a las mujeres iroquesas con una libertad absoluta sobre su sexualidad y, por tanto, sobre la reproducción: cantidad de hijas, de hijos, control de la paternidad, etc. Serían ellas, frente a los hombres, las que controlarían que cantidad de guerreros y cazadores habría en el grupo. En definitiva, sería una fuente continua de conflictos y enfrentamientos que convertiría a los iroqueses en una comunidad poco apta para la supervivencia, al menos en su entorno, por lo que la incidencia de la mujer en la organización del grupo debe ser controlada, no tanto desde una dimensión social, puesto que estamos en sociedades matrilineales, sino en la dimensión estructural: mediante todo un sistema de conocimientos, valores y principios complementarios que determine el ethos femenino (subordinado) en función del ethos masculino (modelo). Esta determinación se realiza mediante la configuración de un sistema estructural que: 1. Establece una primacía y una separación de lo masculino sobre lo femenino; de tal modo que mujeres y hombres son separados desde la infancia. 2. Implanta un espacio ritual en el que los niños acceden al mundo adulto (social) en el seno de un clan. 3. Conforma un contexto de referencia en el que lo femenino es reinterpretado desde lo masculino. El resultado final es un sistema que se desarrolla desde la complementariedad como contexto, alejando a la mujer de toda esfera de poder, y controlando su influencia sobre la educación de los hijos. Todo el orden de la realidad se transforma de este modo, ontológica, epistemológica, ética y políticamente. Conclusión Hemos pensado el tránsito de un mundo ancestral en el que los animales cazan con arco y con flechas y bailan danzas rituales; hacen fuego y son los grandes maestros de la humanidad, a un mundo en el que el hombre se hacer cargo del arco e impone su ley al orden natural y político. El paso de un universo en el que el hombre menstrúa y las mujeres carecen de órganos sexuales, a un cosmos en el que el hombre le arranca los dientes a la vagina devoradora y la menstruación se vuelve principio contaminante. La transformación de una realidad social recíproca basada en la autonomía de mujeres y hombres, a un orden político en el que las relaciones complementarias distribuyen el poder social del hombre (dominio) sobre la mujer (sumisión). Y esto, es lo que cuentan los mitos de origen, bajo los que se podría reconocer el cambio de una comunidad originaria basada en la reciprocidad, en la que la mujer representa la creación y recreación del orden social. A una comunidad en la que la mujer es el caos, la ignorancia, la maldad que pone en peligro la propia supervivencia del grupo. Es el principio que debe ser controlado y sometido. [1] Ver J. Campbell, Las máscaras de Dios. Mitología primitiva, III parte. [2] Mito apache en Campbell, Las máscaras de Dios. Mitología primitiva, pp. 100-101, Alianza Editorial, Madrid, 1996. [3] Véase, por ejemplo, Harris, M., Antropología cultural, pp. 278 ss., Alianza Editorial, Madrid, 1996, en donde se analizan las causas de la matrilocalidad. [4] Campbell, J., Las máscaras de Dios. Mitología primitiva, p. 206-209. Para una interpretación más competa de este mito, véase mi libro La soledad de Mae. Una investigación antropológica de la violencia doméstica, pp. 136-147., Fundamentos, Madrid, 2007. 1. Los cazadores-recolectores y la autonomía de las mujeres
Las relaciones sociales Aun cuando esto es una narración y, por tanto, opera en el ámbito de lo teórico, podemos decir que los modelos de estructuración social que operaban en el origen de las comunidades humanas, se basaban en la autonomía, lo que fundamentaba un sistema recíproco de relaciones entre mujeres y hombres. Esta reciprocidad proporcionaba a dichos grupos condiciones de vida bastante igualitarias e innumerables ventajas en el orden productivo y reproductivo. Los hombres cazaban los animales más grandes, produciendo el 30% de los alimentos del grupo. También tenían como funciones propias: la defensa del grupo y el cuidado y dominio de las armas. Era una cuestión de tamaño. Las mujeres recolectaban y cazaban pequeños animales, producían el 70% de los alimentos. Organizaban las relaciones con otros grupos y se encargaban de los niños durante el periodo de lactancia, hasta que éstos se convertían en sujetos autónomos para la comunidad. Las mujeres y los hombres tenían distintas funciones que garantizaban la supervivencia de los grupos humanos, tanto biológica como políticamente. Pero esa distinción de funciones no implicaba ningún tipo de diferenciación en cuanto al poder social. Ambos eran autónomos y debían relacionarse recíprocamente, para asegurar la supervivencia de la humanidad. ¿Cómo se gobernaban las comunidades humanas? Aunque es cierto que jamás se han conocido matriarcados (comunidades gobernadas por mujeres), en estos tiempos tampoco existían los patriarcados (comunidades gobernadas por hombres) y el “gobierno”, llamémoslo así, de los grupos tenía que ver más con una organización social sistémica que con jerarquías políticas. Es más, desde una perspectiva política, la mujer era muy importante. Los Ona, una cultura de cazadores recolectores de Tierra del Fuego, cuentan una historia muy antigua, de la época en la que la humanidad se organizaba a través de las mujeres. “En los días en que todo el bosque era de hoja perenne, antes de que kerrhprrh el periquito pintara de rojo las hojas de otoño, con el color de su pecho. En los días en que krren (el sol) y kreeh (la luna) andaban por la tierra como hombre y mujer y muchas de las grandes montañas durmientes eran seres humanos: en aquellos días lejanos, sólo las mujeres de la tierra ona conocían la brujería (saber de vida y de muerte). Ellas tenían su propia logia (asociación) a la que ningún hombre se atrevía a acercarse. Las jóvenes, a medida que se acercaban a la madurez eran enseñadas en las artes mágicas, aprendiendo cómo llevar la enfermedad e incluso la muerte a aquellos que las disgustaran”[1]. Las mujeres eran poderosas, pero su poder no radicaba en la capacidad de matar a los hombres, sino en que los distintos grupos humanos se asociaban entre sí a través de las abuelas, madres, hermanas e hijas. Estos sistemas son los que conocemos con el nombre de matrilineales. Grupos y sistemas de organización matrilineal En aquellos tiempos, como ahora, los grupos humanos no vivían solos, aislados, sino que tenían que convivir con otros grupos con los que coincidían en las zonas de caza y recolección. A veces esos grupos eran amigos, pero otras veces eran enemigos. Sólo tenían una forma de sobrevivir: establecer alianzas con otros grupos para tener mayor garantía de supervivencia frente a otros grupos hostiles o frente a grandes crisis ecológicas. Ahora bien, esas alianzas no las hacían a través de los hombres, sino a través de las mujeres. Era la época de las VENUS (Son esas figuras mujeres con grandes caderas y pechos, que simbolizan la vida y que aparecieron en el auriñaciense, hace unos 30.000 años. Son las primeras representaciones divinas creadas por el ser humano). Si hacemos caso a C. Gamble[2], estas primeras comunidades se asociaban sistémicamente en tres niveles de organización que se mantenían unidos a través de las mujeres. 1. Grupo local, compuesto por 25 individuos más o menos. Estos grupos eran autónomos y autosuficientes: se alimentaban, reproducían y protegían. Eran como familias. Pero la reproducción no se producía en el interior de cada uno de ellos. De la misma manera que en la actualidad los familiares no se casan entre sí. 2. Grupo reproductivo, formado por varios grupos locales, con unos 175 individuos, entre los que se buscaban esposos y esposas. 3. Grupo regional, formado por varios grupos reproductivos y contaban, en total, con unos 500 individuos, que se conforman como la unidad máxima de supervivencia a largo plazo. Eran algo así como el Estado, que en caso de malas épocas proporciona ayuda para que los individuos puedan sobrevivir. Estos tres niveles quedan interconectados a través de relaciones entre mujeres y hombres pertenecientes a distintos grupos locales, lo que, finalmente, constituía una comunidad enorme de personas emparentadas a través de las mujeres. Las ventajas de este sistema eran muy grandes para la supervivencia, pues permitían todo un sistema de alianzas ecológicas y políticas. Como todos los grupos estaban emparentados a través de las mujeres, cuando tenían algún conflicto con un grupo enemigo siempre podían recurrir a otro grupo emparentado que les proporcionase protección. Además, si se producía alguna crisis ecológica en su territorio: sequía, desaparición de animales para la caza, inundaciones, etc., siempre podían acudir a los territorios de los grupos familiares en busca de ayuda. La función de la familia en el entramado de los grupos regionales Como hoy, la familia era importante pero además se convertía en una estructura de poder y control social. Técnicamente estas sociedades, desde la perspectiva de los grupos locales, se conocen como sistemas de terminología esquimal[3], que se caracterizan fundamentalmente, como tipos de organización nuclear basados en relaciones de reciprocidad entre sus miembros, ya sean mujeres u hombres. Esto es así, porque no distinguen entre la línea materna y la paterna, por lo que no se crea ningún modelo conductual preferencial, ni cognitivo ni afectivo entre los individuos de cada sexo. Estamos en un sistema en el que la mujer y el hombre tienen el mismo valor desde su autonomía; y lo mismo sucede con la madre y el padre, la recolectora y el cazador. No hay diferencias entre sexos, o aún mejor dicho, las diferencias sexuales no implicaban diferencias de poder entre mujeres y hombres. En este sentido podemos decir que las relaciones entre hombres y mujeres no se establecían desde la igualdad, sino desde la autonomía de unas con respecto a los otros. Con lo que se conseguía un sistema social bastante igualitario. Además, seguimos con Harris, también se podría decir que estos grupos se ajustarían a la terminología hawaiana, ya que los grupos locales adquieren carta de naturaleza a través de los grupos reproductivos y regionales, lo que implica que la familia nuclear se encuentra estructurada de modo operativo, en sistema más extensos de filiación. Debemos tener en cuenta que estos modelos que estamos describiendo no se pueden ajustar a la situación de la familia en la actualidad, por muy nuclear que ésta sea en nuestra cultura. La autonomía de la mujer La hipótesis de la autonomía de la mujer en este período no es tan sólo una reconstrucción meramente teórica, sino que se apoya en diversas pruebas que provienen de distintos ámbitos (arqueológico, mitológico y testimonial) que señalan en esa dirección. En las tumbas encontradas pertenecientes a esta época, no hay diferencia entre los enterramientos de las mujeres y de los hombres. A todos se les enterraba de la misma manera y con el mismo ritual: (postura, elementos decorativos, ropa…). Además contamos con las representaciones de la época: las Venus, de las que hemos hablado antes, y la ausencia de figuras masculinas, lo que puede simbolizar el valor femenino, matrilineal, de las comunidades originarias humanas. Y no es menos importante el propio testimonio (y los estudios etnológicos), de las personas que pertenecen a las culturas de cazadores-recolectores que todavía existen en la actualidad. Palabras de Nisa: una mujer ¡kung san del desierto del Kalahari: "Las mujeres son fuertes; las mujeres son importantes. Los hombres zhun/twa (!kung san) dicen que las mujeres son los jefes, las ricas, las sabias. Porque las mujeres poseen algo muy importantes, algo que hace a los hombres vivir: sus genitales. Una mujer puede traer vida a un hombre incluso cuando está casi muerto. Puede darle sexo y hacerle vivir de nuevo. ¡Si ella rehusase, él moriría! Si no hubiera mujeres a su alrededor, su semen los mataría. ¿Sabías eso? Si hubiera sólo hombres, todos ellos morirían. Las mujeres les hacen posible vivir"[4]. Los límites de la interpretación Ahora bien, con esto no se pretende señalar que existiese una igualdad absoluta entre mujeres y hombres, dicho tipo de afirmaciones son muy arriesgadas. Sería mejor decir que en los comienzos de la humanidad existían menos diferencias sociales entre mujeres y hombres de las que existen en la actualidad. De los estudios realizados nos encontramos con que la mayoría de las culturas de cazadores-recolectores tienen un tipo de filiación bilateral (no distinguen entre las ramas maternas y paternas), aunque también es cierto que un 26% de las sociedades son patrilineales (descendencia por línea materna) y el 58% tienen una residencia patrilocal (la pareja va a residir con la familia paterna del marido)[5]. Los conocimientos que tenemos de estas sociedades, las especulaciones que podemos hacer, las palabras de Nisa, o las figuras de la Venus, así como los enterramientos nos pueden autorizar a decir que en los grupos de cazadores-recolectores, aunque haya distinción de funciones, estas no implican una consideración de subordinación social entre mujeres y hombres. Tampoco estamos manteniendo la posición antropológica de Jane Harrison, según la cual la mujer representaba el núcleo social de las comunidades humanas. En sentido estricto Jane Harrison se refiere a las primeras comunidades de la Grecia arcaica, y mi historia es mucho más antigua, del Paleolítico superior (aprox. 30.000 años a.C.). Podemos concluir, por tanto, afirmando que en este tipo de sistemas de organización social la mujer era el centro a partir del cual se conformaba el sistema social, por cuanto los grupos regionales quedaban vertebrados a través de ellas. Las ventajas eran innumerables: evitar la endogamia; establecer redes de intercambio comercial recíprocas; mayor flexibilidad y, por tanto, mayor capacidad de supervivencia ante crisis ecológicas (sequía, falta de caza, demasiados nacimientos masculinos a la vez que fallecimientos de mujeres en edad de reproducirse, etc.). Además, estos grupos se conformaban intercambiando hombres, de tal manera que se disolvían las condiciones de posibilidad de la existencia de grupos masculinos de intereses, que provocarían muchísima inestabilidad en el necesario equilibrio de los grupos regionales. Todos sabemos que las bandas de hombres son muy competitivas entre sí y muy belicosas. [1] Campbell, J., Las máscaras de dios. Mitología primitiva, pp. 358-360, Alianza Editorial, Madrid, 1996. [2] Gamble, C., El poblamiento del paleolítico de Europa, pp. 41-73, Crítica, Barcelona, 1990. [3] Harris, M., Introducción a la antropología general, pp. 375-379, Alianza Universidad, Madrid, 1995. [4] Harris, Op. Cit., p. 463. [5] Ver M. Kay Martin y Bárbara Borréis, La mujer un enfoque antropológico, cap. 7, Anagrama, Barcelona, 1978. Juana de Arco, ¿factor determinante para que los franceses ganasen la "guerra de los Cien Años"?29/8/2016 Cuenta la leyenda urbana de que una joven francesa, con ayuda divina, condujo a Francia hacia la victoria en la guerra de los Cien Años... ¿Qué posición tomaron los grandes pensadores en torno a la cuestión femenina?
La filosofía, en muchos aspectos prácticos, es hija de su tiempo y, en concreto con respecto a la mujer, lo que hace es asumir la condición femenina y justificar su estatus a partir de ella. Como la mujer tiene un papel doméstico, éste será el que asumirán como propio para ella, y lo fundamentarán a través de una concepción antropológica en la que se afirma una naturaleza débil, voluble y dependiente. Esta descripción se ajusta a la propia estructura del universo, dirán los pitagóricos, y a la mujer le asignarán el número 2 (que simboliza, epistemológicamente, la Doxa: el conocimiento inferior; y ontológicamente, la Tierra: fuente de vida). Por el contrario, al hombre, le asignarán el número 3, que es el número completo (porque tiene principio, medio y fin) y, además, es el número de la virtud (areté). Tres más dos suman 5, y éste es el número del matrimonio, en el que el sexo femenino alcanza su verdadera condición en torno a un centro, que siempre es masculino, a partir del cuál se despliega toda la arquitectura ontológica, epistemológica y ético-política del universo (que diría Eliade). En el modelo platónico, aunque el individuo se disuelve en tres clases: productores, guardianes y gobernantes, que deben caracterizarse por el cumplimiento de sus funciones propias (eso es la justicia), cuando hace referencia a las mujeres, lo hace en función de los hombres: las mujeres de los productores y las mujeres de los guardianes. Y en cuanto a los gobernantes…, bueno ya sabes: los filósofos. No nos podemos dejar engañar por las apariencias, y si bien es cierto que en El Político hace una diferenciación del género humano en dos especies, la masculina y la femenina, que se basa tan sólo en la diferencia natural que existe entre: engendrar y parir, también es cierto que cuando trasciende la naturaleza y se sitúa en el orden individual y social, entonces la cosa ya cambia y el desprecio por lo femenino se hace patente. Así, en el El Timeo, (42b) podemos leer como afirma, como quien no quiere la cosa, que el sexo masculino es el más vigoroso y; termina rematando (90e) diciendo que: Aquellos varones que eran cobardes y habían vivido mal se transformaron, al parecer, en hembras, en su segundo nacimiento. Así no es de extrañar que en La República (455c-d) a medio camino entre la chanza y el desdén diga: “¿Sabes de algún menester desempeñado por los seres humanos en el cual no se aprecie de modo especial la superioridad de los hombres sobre las mujeres? ¿O tendremos que hablar largamente del arte de tejer, del cuidado de los pasteles y de los guisos, en los que parece que el sexo femenino aventaja al hombre, evitando el ridículo a que su inferioridad daría que hablar?” Para Aristóteles la inferioridad de la mujer es absoluta en todos los órdenes. Así, en su Hª de los Animales (638b) o en Las partes de los Animales (653a) podemos ver como describe subordinadamente a la mujer con respecto al hombre, al que toma como punto de referencia de sus descripciones, de tal modo que el hombre es musculoso y la hembra es menos musculosa y, además, los machos tienen el cerebro mas voluminoso que las hembras, de donde se concluye que mientras que el macho es un elemento activo, la hembra es un elemento pasivo, por lo que al final, tanto el orden natural como el social se organizan en función de sistema de complementariedad negativa en el que el hombre es naturalmente gobernante y la mujer es naturalmente súbdita; o lo que es lo mismo: es tan natural que el señor gobierne sobre el esclavo, como el esposo sobre la esposa. Por eso, si lees su Política, lo deja muy claro desde el principio (Libro II): casa, esposa y buey (o esclavo, según la condición), son las propiedades del hombre, y el dominio masculino el principio de configuración de la familia y la sociedad. Podemos concluir que desde el comienzo de nuestras narraciones acerca del mundo, la mujer ha estado al margen de la historia, reducida al ámbito doméstico y subordinada al hombre. Basta con coger los libros de texto para darnos cuenta de que la mujer siempre ha estado al margen de la historia oficial y extraoficial, porque la historia, sea del tipo que sea, siempre es una narración política. Y, así, de la misma manera que cuando escuchamos el término dios, imaginamos un hombre, cuando escuchamos el término historia, imaginamos la masculinidad. Y no es una cuestión de lenguaje, sino de ethos, porque todas las mujeres deben ser educadas para someterse a sus maridos y enseñar a sus hijas la naturalidad de dicho sometimiento, a la misma vez que debe enseñar a sus hijos a dominar a sus mujeres. ¿Qué espera una mujer de un hombre? Dominio, o aunque no sea tan explícito, valores que son de dominio. ¿Qué espera un hombre de una mujer? Sometimiento, o aunque no sea tan explícito, valores que son de sumisión y, por tanto, manifiestan la complementariedad (dominio/sumisión) como estructura que determina las relaciones domésticas. Definida la mujer como un ser de voluntad débil, de mente incapaz y reducida a la exclusividad de su función reproductiva, el Derecho Romano convirtió esa “diferencia” con respecto al hombre en norma jurídica, con todas las consecuencias que conlleva desde una perspectiva política: ya no importa como ciudadana solo como sujeto doméstico. Lo doméstico en la emergencia de las ciudades estado griegas
¿Recuerdas el mito de Cecrope? Cecrope Era una antiguo rey ateniense que convocó a todos los ciudadanos para elegir entre el olivo, que representaba a Atenea, y el agua que representaba a Poseidón como símbolos de la ciudad… … Los hombres votaron a Poseidón mientras que las mujeres, que por aquellos entonces podían votar (según el mito), optaron por Atenea. Como había una mujer más, ganó Atenea, con el consecuente enfado de Poseidón que, ni corto ni perezoso, inundó la ciudad. Para aplacarlo los hombres tuvieron que castigar a las mujeres por la afrenta a Poseidón: no pudieron volver a votar, no pudieron mantener el nombre de la madre y no pudieron ser nombradas ciudadanas atenienses. Evidentemente este mito no nos habla de ningún acontecimiento histórico, más bien parece un modo de justificar la pérdida de la condición política de la mujer. ¿La pérdida? Eso significaría que en algún momento gozaron de dicha condición. Y no fue así, lo que se perdió, como mucho, fue la matrilinealidad, es decir que el mito justifica un sistema de funcionamiento social patrilineal. Y, en última instancia, nos describe lo mismo que muchos otros mitos a lo largo y ancho del mundo y de la historia: una estructura complementaria de organización política en la que la mujer es sujeto doméstico y el hombre sujeto político. No obstante, se podría objetar que en Creta, como en la sociedad de los iroqueses o en las sociedades merovingias, las mujeres si llegaron a alcanzar un estatus social muy elevado. Y esto es una obviedad. Hay que tener en cuenta que la relevancia de las mujeres en una sociedad tiene que ver con su función como madres, pero también viene marcada por el patrimonio que ella pueda transmitir a su descendencia. Así, a mayor cantidad y calidad de patrimonio transmisible, mayor es el grado de consideración que una mujer tiene en una sociedad. Pues bien, en un momento determinado, cuando las estructuras políticas micénicas empiezan a descomponerse y comienzan a surgir las famosas ciudades estado, el reequilibrio de poder que se produce entre las familias aristocráticas va a venir marcado por un nuevo estatus de lo femenino. ¿Qué significa esto? Que si queremos que aparezca el Estado como entidad política nonos queda más remedio que limitar el poder político de las familias. En el caso de la ciudad-estado cretense de Gortina, dicho poder está asociado a la posesión de la tierra. Si una familia tiene mucha tierra, entonces tiene mucho poder. La solución estriba en fragmentar la tierra, y así se fragmentarán los núcleos de poder. ¿Cómo lo hicieron? Convirtiendo a las mujeres en transmisoras de la herencia de la familia. De esta manera el estado queda cohesionada a través de la redistribución de la riqueza por medio del matrimonio, porque la tierra es heredada tanto por hijas (1/3) como por hijos (2/3); y tanto unas como otras pueden transmitirla a su descendencia. Ellos va a diferenciar dos tipos de bienes: la casa (que incluye la tierra) y que es transmitida por herencia tanto por mujeres como por hombres, y el contenido de la casa, más el ganado y el resto, que sólo lo transmiten los hombres. Nos encontramos con que es, precisamente, la casa la que transmite la ciudadanía, lo que significa que la mujer es reconocida como ciudadana y a través de los matrimonios legítimos puede transmitir esa ciudadanía. Sin embargo, lo que determina la jerarquía política son los bienes que se transmiten por vía masculina exclusivamente. De esta manera la mujer es ciudadana, pero no sujeto político operativo. |